aunque su marido era el mismo demonio
tenía el hombre un poco de mal genio
y ella se quejaba de que nunca fue tierno.
Cualquiera que tenga más de treinta años ha terminado de leer esos versos cantando la inolvidable canción de Cecilia, compuesta y grabada en su primera versión por ella misma, en 1974.
La canción tiene la estructura perfecta para contar una historia. En las primeras estrofas se plantea la situación: Alguien recibe un racimo de violetas de un amor secreto; en la segunda, se muestra cómo se siente ella, y en la tercera hay un sorprendente desenlace: Es el marido el que las envía.
La canción señala claramente una sociedad y un estilo de familia anticuado, que apenas cincuenta años después vemos totalmente desfasado: Un marido hosco, con un humor infernal que se va todo el día a trabajar (y a lo que sea) y vuelve cansado, pero aún así ella es feliz, con un espacio para la soledad tan grande que puede hasta recibir ramos de flores en secreto en su propia casa.
Decir, como anécdota, que la canción contiene algunos laísmos, que quedan perdonados y eclipsado spor esa suave y maravillosa voz de la malograda Cecilia.
Manzanita, siete años después, se pega esta versión aflamencada, entiendo que no rumbera por su velocidad, que ha tenido posiblemente más fama que la original.
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